Sábado 30 de Julio de 2020, 00:10 am.
Disertaciones sobre la existencia de Dios.
Cuando era un niño, era
completamente feliz. A pesar de que me castigaban y lloraba por haberme portado
mal, yo era feliz. Amaba a mis padres, amaba ir a la escuela y dibujar en las
últimas páginas de mi libreta mientras escuchaba a mi maestra. Me perdía mirando
el cielo, observando las nubes con sus extrañas formas y buscaba en ellas
objetos, animales y monstruos. Quería hallarles un significado, un sentido,
porque todo tiene un sentido. Me gusta hallarle el sentido a todo, saber qué
significa cada palabra, cada gesto, cada pensamiento. De esa manera es que he
llegado a amar tantas cosas y a entender el por qué no me gustan ciertas cosas.
Es por instinto, por observación, por naturaleza.
En nuestros genes debe existir algo que nos coloca a todos nosotros en
nuestros cerebros el conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo. Y si no
es así, pues entonces tendríamos que admitir que debe existir un espíritu, un
alma y “algo” que “enciende” el funcionamiento del mecanismo del cuerpo físico
y de la mente. Algunos lo llaman “La Chispa Divina”.
Si analizamos ambos planteamientos de manera objetiva, llegamos a la
conclusión de que el más cierto sería el primero y que el segundo sólo es el
resultado de la fe y la esperanza producida por nuestro instinto de supervivencia,
nuestra naturaleza, nuestra biología. Pero si somos seres inteligentes y
tomamos nuestra intuición como certera, entonces ¿Por qué el segundo planteamiento
tiene que ser casi imposible? Es que hasta el razonamiento nos indica que debe
existir esa posibilidad que quizás nuestra mente no pueda comprender por
completo porque la analizamos, obviamente, de una manera material.
Es allí donde entra nuestro carácter, nuestra personalidad, nuestro ego.
Es por nuestro ego que a pesar de saber qué es lo correcto, actuamos de una
manera contraria a lo razonable. Es eso a lo que llaman el “libre albedrío”.
Cada quien actúa según sus propias vanidades y deseos personales, sea cual sea
fuere. Hasta los buenos actos se hacen por voluntad propia, porque los que
ponen a la razón por encima de la vanidad hacen el bien, opinan y piensan correctamente.
Pero, ¿qué es lo correcto? Lo correcto es amarnos todos mutuamente como
nos amamos a nosotros mismos. Es cuando ponemos a nuestra vanidad por debajo de
amar y respetar a todos los seres humanos e intentar entender la causa de su
comportamiento.
No se ustedes, pero eso de entender a los demás termina siendo amor.
Porque ¿cómo no amar a los demás por eso a lo que llamamos defectos?
¿Será esa la capacidad de los ángeles? ¿La de amarnos a todos con
nuestros defectos y debilidades?
¡Extraterrestres! ¡Nuestros creadores! Deben existir, eso dice nuestra
lógica, nuestro instinto. Todos nosotros, los ateos, los cristianos, judíos,
musulmanes, hindúes, budistas, satánicos, luciferinos, góticos, artistas, músicos,
científicos y todas las formas de pensamiento que existen saben, sabemos muy en
el fondo, que no podemos estar solos en el universo.
Deben existir más seres, quizás iguales, inferiores o superiores a nosotros
y en esto incluyo a los animales y a toda la naturaleza.
Si todo esto existe, entonces debe haber una causa, algo que haya
generado todo esto, lo que observamos y lo que no, nuestro cuerpo, nuestra alma
y nuestro espíritu, y eso debe ser Dios.
Porque vamos, si planteamos la hipótesis de que todo esto ha sido
generado espontáneamente y aleatoriamente, entonces hay que admitir que existe
esa propiedad y alguien o algo debió haberla colocado allí, alguien debió
haberla programado.
Si la materia y la energía actúan por cuenta propia es porque dicha
facultad les fue dada. La inteligencia es invención de alguien más inteligente,
alguien infinitamente superior, un Dios, alguien que es todo lo que somos, todo
lo que percibimos, todo lo que existe, alguien que con las cuerdas
aparentemente indetectables de su existencia maneja absolutamente todo, pero
dejando que exista de manera autónoma, con su propia voluntad. Son las leyes de
la física, de la biología, de la Naturaleza, las mismas leyes del creador.
Entonces, si somos semejantes (o parecidos) a nuestro creador, significa
que, así como nosotros amamos, Dios nos debe amar pero de manera infinita, tan
infinita que perdona absolutamente todos nuestros pecados, que nos acepta con todas
nuestras virtudes y desvirtudes.
Si comprendiésemos eso, entonces por nuestra propia inteligencia intentaremos
parecernos a Él, intentaremos amar de la misma manera y nuestro comportamiento
cambiará, nuestra personalidad y carácter cambiará y seremos mejores personas,
sin juzgar, sin discriminar, SIN ODIAR.
Dios debe existir. Debe ser esa energía que por voluntad propia
establece todas las leyes, las leyes de Dios, su Voluntad.
¿Y si no existe? ¿Por qué existimos? ¿Para qué?
¡Maravillosas criaturas somos los humanos!
11:05
am.
P.D.
Este texto lo escribí en un ataque de ansiedad en el que me puse a
llorar por unos minutos. Pero durante el llanto empecé a razonar y dejé de
llorar y me dieron ganas de plasmar lo que tenía en mente, así que agarré mi lápiz
y mi cuaderno y empecé a escribir un texto al que llamé “Disertaciones sobre la
existencia de Dios”.
Espero sus opiniones y comentarios al respecto y que les haya gustado.
Los ama,
Wilkins Rojas.